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das Mystische 2.1

MUÑECAS, FICCIÓN Y CALENDARIO

La madre matrioska, pintada en rojo vivo, brillante, guarda en sí misma las distintas versiones del hacedor, del aciago demiurgo, en el interior protegido de un cuerpo hueco, vacío, que se nutre a su vez de versiones repetidas de sí misma, de la madre matrioska, que esconde las posibilidades multiplicadas de la creación. Las oportunidades de encontrar algún sentido a la segunda versión de la madre matrioska, incluso a la tercera o a la cuarta madre matrioska, son mínimas. La matrioska más habitada de la que se tiene conocimiento –informa Wikipedia- posee setenta y cinco unidades. Pero yo estoy convencido de que es posible encontrar, en el interior de nuestra propia madre matrioska, un número infinito de versiones, de explosiones y nacimientos, por lo que nada ni nadie alcanzará jamás a la madre microscópica del sentido, a la pequeña matrioska base, y los que siguen intentándolo pierden el tiempo de la forma más ridícula.

Un ejemplo: yo acabo el año leyendo ciencia ficción y espero dedicarle bastante tiempo al género en 2007. ¿Motivos? Numerosos, pero no voy a extenderme ahora en ellos. ¿Qué explicaría o a quién servirían las posibles (infinitas) explicaciones? En una conversación de Hilary Putnam con Josh Harlan, acerca de la mente, el significado y la realidad, la matrioska visible acaba pareciéndose bastante a ésta:

“-Al abordar algunos temas –pregunta Harlan-, usted se ha referido ocasionalmente a creaciones de ficción como los robots de Isaac Asimov. ¿Qué papel puede jugar la ciencia ficción en la filosofía?

-La filosofía –contesta Putnam-, casi por definición, está interesada en explorar los límites de lo posible (Los límites del sentido es el título de una famosa obra de Peter Strawson). La ciencia ficción es una fuente fértil de escenarios, de posibilidades que podríamos estar tentados de pasar por alto. O al menos yo lo encuentro así.”

Y Michel Houellebecq, por su parte, convencido de que hay gente a la que convendría abandonar definitivamente el siglo XX, nos muestra otra muñeca mucho más provocativa y más peligrosa:

“En su gran período –comenta Houellebecq-, la literatura de ciencia ficción podía hacer este tipo de cosas: realizar una auténtica puesta en perspectiva de la humanidad, de sus costumbres, de sus conocimientos, de sus valores, de su existencia misma; era, en el sentido más auténtico del término, una literatura filosófica.”

Houellebecq nos habla de City, de Clifford Simak, y de algunos amigos suyos, por cierto, con los que no se lleva especialmente bien. La “puesta en perspectiva” de la humanidad –el ojo crítico- tiene estas cosas. Y Michel lleva demasiado tiempo buscando, en el interior de una muñeca invisible, las llaves del tesoro. ¿O era en el interior, vacío, de una matrioska hinchable de látex?

Mañana, si el tiempo no lo impide y la autoridad lo permite, acabaremos con el año 2006 y, si nadie lo remedia, comenzaremos un nuevo capítulo en las divertidas aventuras del calendario gregoriano. Ugo Buocompagni, más conocido como Gregorio XIII, estará orgulloso de nosotros, discípulos analógicos, aplicados usuarios de su herramienta. El calendario gregoriano –informa en esta ocasión la Wikipedia- atrasa cerca de 1/2 minuto cada año (aprox. 26 s. c/año), lo que significa que se requiere el ajuste de un día cada 3300 años; pero lo que verdaderamente me intriga es la magia incorregible del Papa Gregorio. De acuerdo, su herramienta se ha demostrado mucho más eficaz que la herramienta de Julio Cesar, el calendario juliano, pero ¿dónde diablos fueron, después de los preceptivos ajustes científicos, los hechos acaecidos entre el 4 de octubre y el 15 de octubre de 1582?

“Si se resuelve un misterio –escribe Sam Sephard-, el caso se archiva”. Pero si sigo buscando dentro de mi matrioska sigo encontrando misterios y nuevas matrioskas, sigo avanzando hacia adentro y descubriendo matrioskas desconocidas.

En fin, ésta es la última, de veras, la matrioska del tópico y de la tradición, la maldita matrioska de los buenos deseos y de los propósitos de año nuevo. ¿Aprender a escribir, como anunciaba, inocente, el 31 de diciembre de 2005? No, de verdad, no me hagan reír. ¡Yo sigo peleado con la gramática! Pero les juro que lucharé firmemente contra la fiebre bloghorreica y los excesos y pulsiones metablog. ¡Un paso adelante, dos pasos atrás! La única diferencia posible, ahora, se produce entre un escritor (écrivain) y alguien que escribe (écrivant), pero estas son cosas, mucho me temo, que no se aprenden (¡o sí!) en la blogosfera. Una muñeca (de Alain Finkielkraut) esconde dentro una matrioska de Foucault en lo que parece ser, ahora sí, la última matrioska:

“¿Y qué es un escritor verdaderamente moderno –se pregunta Finkielkraut-, plenamente vivo? Es precisamente un escritor (écrivain) y no alguien que escribe (écrivant). Mientras que el segundo atestigua, protesta, explica, enseña, en resumidas cuentas: escribe algo, el escritor, por su parte, escribe. Su actividad es intransitiva. Como dice Michel Foucault en Las palabras y las cosas, rompe con una elocuencia tendente por completo hacia una finalidad exterior al lenguaje a favor de un discurso que no tiene otra cosa que sí mismo para decir, que no tiene otra cosa que hacer más que centellear con el brillo de su ser.”

Así, finalmente, llegamos a la matrioska setenta y cinco, o mil novecientos setenta y cinco, o dos mil novecientos setenta y cinco. Y llega el momento de las felicitaciones.

Humán, mi querido humán: feliz 2007, de todo corazón, sinceramente.

Que cada palo aguante su vela y que la vela, profunda y misteriosa, nos aguante a todos.

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